El Encuentro

Sebastián caminaba por las calles de Juliaca con paso firme, su mente zumbando con preguntas sin respuesta. Mientras tanto, la ciudad comenzaba a despertar a su alrededor, con vendedores ambulantes preparando sus puestos y niños corriendo por las estrechas callejuelas hacia la escuela.

Se detuvo en un rincón tranquilo, buscando un momento de paz para reflexionar sobre lo que estaba sucediendo. Cerró los ojos y se concentró en su respiración, tratando de calmar la tormenta de emociones que lo asaltaba.

Fue entonces cuando una figura joven se acercó a él con pasos rápidos. Sebastián levantó la vista y vio a su amigo Mateo, un niño de 13 años, con una sonrisa traviesa en el rostro.

"¡Sebastián! ¡Qué sorpresa verte aquí!", exclamó Mateo, saludando a su amigo con entusiasmo.

Sebastián devolvió la sonrisa de su joven amigo, sintiendo un destello de alegría en medio de su confusión. "Hola, Mateo. ¿Cómo estás hoy?"

Mateo se encogió de hombros, sus ojos brillando con curiosidad. "Nada en especial, solo dando una vuelta por el vecindario. ¿Tú qué estás haciendo aquí?"

Sebastián asintió, intentando ocultar su inquietud. "Lo mismo, solo pensando en algunas cosas".

La conversación continuó en tono ligero mientras Mateo y Sebastián compartían anécdotas sobre sus vidas cotidianas. Sebastián se esforzó por mantener la compostura, aunque su mente seguía dando vueltas a las extrañas circunstancias que lo habían llevado hasta allí.

Después de un rato, Mateo se despidió con un gesto animado y prometió volver a encontrarse pronto. Sebastián se quedó solo en la calle, perdido en sus pensamientos sobre lo que estaba por venir.