Se levantó de un salto, asustada de lo rápido que él había respondido.
—Mi señor —dijo ella.
Él cerró sus ojos de nuevo y apoyó bien su cabeza en el borde de la piscina.
—Te hice una pregunta —dijo—. ¿Qué es?
Ella comenzó a tartamudear y hablar a la vez. —M..mi señ…or —dijo—. No viniste a la cama anoche.
—¿Después de tu comportamiento anoche, esperabas que pasara la noche contigo? —preguntó él.
Antes de que siquiera tuviera la oportunidad de responder, él habló por ella.
—Por los Dioses —dijo—. Si de hecho hubiera pasado la noche aquí, la furia de mi lobo no habría tenido límites y probablemente todavía no tendrías tu cabeza intacta con tu cuerpo.
Ella tocó su cuello y tragó.
—Me disculpo por mi comportamiento —logró decir.
Pero él ni siquiera le respondió, lo cual simplemente significaba que no aceptaba su disculpa.
—¿Ella está bien? —preguntó—. La mujer.
María ahora rezaba por estar muerta y viva al mismo tiempo.