ASESINATO

Jazmín observó cómo se llevaba a cabo la última procesión de Urma, incapaz de creer lo que estaba sucediendo.

Se acercó lentamente donde yacía Urma y su mano temblaba mientras tocaba suavemente la madera.

—No pero ella estaba bien —dijo Jazmín—. Estaba bien cuando me fui. Estaba bien.

La procesión fúnebre la ignoró y continuó con sus ritos de entierro.

Las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

¿Cuánto tiempo iba a sufrir?

¿Cuánto tiempo iba a perder gente justo cuando lograba aferrarse a ellos?

—Estaba bien —dijo Jazmín acercándose a Urma y abrazándola.

Comenzó a sacudirla. —Despierta Urma. Despierta. No estás muerta.

Y entonces Ned la agarró rápidamente porque la gente que llevaba la procesión fúnebre comenzaba a molestarse.

—Déjame ir —dijo Jazmín con las lágrimas corriendo por sus ojos—. Déjame ir.

Y finalmente logró dejar de resistirse.

Simplemente dejó que las lágrimas fluyeran.

Vio cómo reanudaron la procesión fúnebre.