Ambos se tumbaron juntos, brazo con brazo, respirando muy agitadamente.
Eventualmente la respiración se calmó y pronto solo estaban juntos, con sus brazos envolviéndola a ella.
Él trazó muy suavemente su dedo contra su espalda y pronto lo único que podían escuchar era el agua fluyendo por la cascada.
La luz de la luna caía sobre ellos y la cueva era sorprendentemente muy cálida, tanto que apenas sentían frío en sus cuerpos desnudos.
Ella simplemente se quedó ahí, escuchando el latido de su corazón y por un instante se preguntó si él escuchaba el de ella.
Nunca quería alejarse de ese momento.
Quería estar aquí el mayor tiempo posible.
Se sentía segura, se sentía protegida al estar acostada junto a él y lejos de sus problemas.
No estaba segura si él estaba dormido, y luego ella lo sintió dibujar círculos en su espalda otra vez.
Se relajó y lo atrajo más hacia ella.
Ella sostuvo su mano sobre su hombro y luego él le frotó la espalda.