—¿Cómo dice? —exclamó la Reina Rosa conmocionada.
—Sí —la mujer le informó—. Su té es una hierba muy peligrosa hecha con magia. Alguien con magia ha querido que usted muera.
Rosa estaba tan desconcertada por la noticia que creyó que iba a desmayarse. ¿Alguien en su reino la había estado envenenando? ¿Por cuánto tiempo, se preguntó?
—¿Cuánto tiempo? —exigió Rosa, incapaz de controlar sus emociones.
Estaba furiosa.
—¿Cuánto tiempo ha estado sintiéndose mal? —le preguntó la mujer.
Rosa lo pensó por un momento. Cuando era niña nunca había sido enfermiza. Había sido después de que ascendió al trono. Después de tener a sus hijas.
—Después de tener a mis niñas —dijo Rosa, con lágrimas de rabia quemando las esquinas de sus ojos—. Después de dar a luz, me había sentido mal. No le dije a nadie porque creía que no era tan serio hasta que mi hija desapareció. Empeoró.