EL INTRUSO

Rosa dejó de trabajar en su informe.

—¿Qué quieres decir con que ella es el comienzo de nuestra pesadilla? —preguntó Rosa.

Cherry suspiró. —Nada. Simplemente no quiero que algo salga mal. Ella aún podría odiarnos por lo que le pasó a su padre y, como dijiste, ha sufrido mucho. Lo mejor que deberíamos hacer es darle algo de dinero y enviarla lejos en exilio. Tienes que ser honesta, ella desobedeció nuestras Leyes.

Rosa tenía la sensación de que su hermana no estaba siendo honesta y que había más en esta historia de lo que sabía.

—Es una chica dulce que no hará daño a nadie —dijo Rosa mientras cruzaba los dedos juntos—. La conozco.

—¡Ni siquiera sabes nada de ella! —escupió Cherry con violencia.

—¿Y tú? —replicó Rosa.

Cherry parpadeó a su hermana y le fulminó las fosas nasales.

—Dime. ¿Qué tienes de malo contra esta chica? —preguntó Rosa inclinándose más cerca.

—Nada. —Cherry sonrió—. Simplemente no quiero una repetición de nuestros errores.