—¿Por qué? —preguntó Jazmín—. ¿Por qué cambiaste de opinión?
—Vi lo que te hizo ayer —dijo él—. Estaba equivocado y no tenía derecho a hacer eso. Si quieres al niño, entonces puedes quedártelo.
Ella se quedó en el aire, sin saber qué decir.
Él había dicho algo completamente diferente y ahora decía otra cosa.
No tenía sentido.
Ella miró a su alrededor con incertidumbre.
—¿Trajiste a la niñera para que robe a mi bebé? —preguntó Jazmín.
—Por supuesto que no. ¿Cómo se te ocurrió eso? —preguntó él.
Ella dio un ligero encogimiento de hombros.
—Eso es bajo —dijo él—. Si fuera a hacer algo, te lo diría, no te sabotearía.
—No te conozco —afirmó ella como un hecho—. Y no confío en ti.
Él pareció sorprendido por esa declaración.
Él recobró la compostura. —Solo estoy haciendo lo que es mejor para ti y el bebé. No te lo quitaré.
Ella sintió un aire de alivio.
A pesar de las cosas horribles que él había dicho, ahora podía creerle.