—¿Me dirías al menos a dónde vas? —preguntó Rolando.
Ella terminó de ponerse los pendientes y se miró al espejo.
Suspiró profundamente y se volvió hacia su esposo.
—No. —Ella dijo—. Solo sabe que estoy bien y a salvo.
Rolando era su esposo sí, pero ella quería limitar lo que él supiera sobre las cosas que había descubierto recientemente.
No quería que él lo pusiera en peligro del mismo modo que Cherry había puesto en peligro que supiera quién había enviado a Bernice para envenenarla.
Cherry había dicho que lo había hecho por su propio bien, pero matar a Bernice había cerrado una puerta fácil para ella.
Ahora quería visitar a la familia de Bernice.
Con suerte obtendría algo de claridad de eso.
Recordaba lo que Bernice le había dicho que la había llevado a ser chantajeada en primer lugar.
Se volvió hacia su esposo.
—La ley que se promulgó impidiendo a los miembros de nuestra manada y aliados usar magia de magos, ¿quién la hizo? —le preguntó.