Jazmín estaba parada al borde del jardín, sus brazos sosteniendo suavemente su vientre mientras miraba las montañas distantes.
Lily hablaba a su lado, algo sobre bordado o telas para vestidos, Nia no estaba segura. Pero Jazmín tampoco estaba escuchando.
Su rostro estaba pálido, los ojos desenfocados, la misma expresión que había tenido toda la mañana. Como si algo estuviera tirando de su alma desde muy, muy lejos.
—¡Jazmín! —llamó la Niñera Nia, tratando de mantener su voz uniforme.
Ambas mujeres se volvieron. Jazmín parpadeó rápidamente y caminó hacia ella, pero Lily se quedó quieta, con los brazos cruzados como una escultura.
—He preparado tu té —dijo la Niñera Nia, sin darle a Lily una segunda mirada—. Necesitas tomarlo ahora. ¿Cómo te sientes?
—Mucho mejor —asintió Jazmín—. ¿Qué había pasado? Escuchamos algunos disparos, pero Lily insistió en que nos quedáramos aquí por seguridad.