Una vez que Lily estuvo segura de que estaba fuera de la vista de Jazmín y Niñera Nia, se apoyó contra una pared y se tomó un minuto para respirar. Tocó su frente y sintió gotas de sudor. Rápidamente sacó un pañuelo de uno de sus bolsillos y comenzó suavemente a dar toques en su frente. Una vez que estuvo segura de no estar sudando más, lo devolvió a sus bolsillos y reanudó su camino.
Recorrió el pasillo, aún bien furiosa, sus tacones contra el piso de piedra. Los sirvientes que la vieron intentaron saludar.
—Lady Lily. —Saludaron.
—¿Estás de acuerdo? —preguntaron.