La puerta se cerró de golpe detrás de Lily mientras irrumpía en la cámara de Anna, su respiración era superficial, jadeante y frenética. Su cabello estaba suelto, las mejillas sonrojadas, y sus ojos salvajes con algo entre incredulidad y miedo. Anna, que había estado reclinada en un diván con una taza de té de rosa en la mano, apenas levantó la vista.
—Más te vale tener una maldita buena razón para irrumpir así.
—No está muerta —Lily siseó, agarrando el borde del tocador como si sus piernas pudieran ceder debajo de ella—. Jazmín—está viva. Está despierta. Niñera Nia está con ella.
La taza de Anna se detuvo en el aire.
—¿Qué?
—La vi a través de la ventana. Está hablando. Sonriendo. Ese lobo aún está a sus pies, y Niñera Nia no se ha apartado de su lado.
Anna colocó lentamente la taza con un tintineo, sus ojos se estrecharon.
—Te dije que la vigilaras. No que te atraparan como una mocosa espiando en ventanas.