Las cortinas se deslizaron hacia un lado, revelando a Daniel en su brillante esmoquin rojo. Era casi imposible perderlo de vista entre la multitud.
Daniel saludó a los invitados presentes en su fiesta de cumpleaños con una sonrisa radiante en su rostro.
Una ola de aplausos barrió la sala, y los ojos de Lucía se abrieron de par en par por la sorpresa.
—¿Una fiesta de cumpleaños? —murmuró Lucía—. Nunca esperó que fuera ese tipo de fiesta.
La Señora Belo miró a Lucía con una sonrisa burlona, pero no dijo una palabra. Esa había sido su intención desde el principio.
Daniel inclinó su cabeza con confianza en reconocimiento al aplauso.
—¡Ah, este es un gran día! —la voz de Daniel resonó en el salón, capturando la atención de todos los invitados. Su carisma era innegable, y la manera en que se comportaba dejaba claro que él era la estrella de la noche.