Lucía se puso de pie frente a su cama, con los dedos rozando ligeramente las telas de los dos vestidos.
En un lado yacía un vibrante vestido carmesí con intrincado bordado dorado que resplandecía a la luz de las velas. Era el tipo de vestido que exigía atención, el tipo que haría girar todas las cabezas al entrar Lucía en la habitación.
En el otro lado había un vestido lavanda suave, sencillo pero elegante, con delicados encajes en el borde. Era discreto, una elección que permitiría a Lucía mezclarse con el fondo, observando en lugar de ser observada.
—Mmm, ¿debería ser el centro de atención o una flor de la pared? —susurró Lucía, con el ceño fruncido en pensamiento. Caminaba de un lado a otro, sopesando sus opciones.