Lucía cerró la boca ya que no sabía qué responderle a Gastone. En el fondo, quería que él la persiguiera, que demostrase por sí mismo que valía la pena tener una cita y que no actuase como si estuviera bien con el hecho de no estar juntos.
—¡Nada! ¡Olvidalo! ¡Hmph! —gritó Lucía mientras miraba hacia otro lado. Estaba extremadamente molesta y quería llorar como una niña.
—Vamos a tener dificultades si no puedes comunicar lo que quieres decir —dijo Gastone con un suspiro profundo. Estaba frustrado, pero decidió que no valía la pena.
Lucía no respondió y entre ellos se hizo el silencio. El viaje se volvió incómodo hasta que llegaron a la floristería.
Gastone estacionó el coche junto a la entrada, pero aun así, ninguno dijo una palabra al otro. Lucía echó un vistazo a Gastone y lo vio agarrando el volante con fuerza, haciendo que las venas de sus brazos se hicieran más visibles.