Gastone se duchó y limpió antes de salir de la habitación. Sintió la nostalgia golpearlo fuerte mientras miraba las paredes en los pasillos. Habían sido renovadas, pero poco había cambiado.
«Debería mantener mi rostro oculto», pensó Gastone mientras se colocaba la capucha sobre la cabeza para evitar que alguien lo viera.
La idea hizo reír a Gastone. Antes, presumía de su apariencia ya que era popular entre los nobles e incluso entre los plebeyos, pero ahora, no quería ser visto por nadie.
Al girar Gastone en una esquina, un lobo ya lo estaba esperando.
—Mi Señor —Fina, la cercana sirvienta de Rosina, inclinó levemente la cabeza al ver a Gastone—. Te he estado esperando.
Gastone miró hacia abajo. No sabía quién era Fina, pero su rostro le era familiar, ya que no recordaba que Fina trabajara en el Palacio antes.
—Está bien —respondió Gastone brevemente.
Fina sonrió y comenzó a caminar adelante, guiando a Gastone hacia el lugar donde Rosina lo estaba esperando.