Los ojos de Lucía parpadearon al escuchar lo que Daniel había dicho. Quería argumentar que una mujer no debería ser medida solo por su belleza, pero permaneció en silencio.
—Me encantaría ver más, pero estoy agotada hoy. Quizás debería irme a casa ahora —excusó Lucía y desenredó el brazo de Daniel de alrededor de ella. Fingió un bostezo para mostrar que hablaba en serio.
—¡Oh! Claro, pero ya es tarde. Tal vez puedas quedarte aquí esta noche. No hay nada de malo en eso ya que tarde o temprano compartiremos una habitación —explicó Daniel, tomando las manos de Lucía de nuevo.
Lucía quería discrepar pero sintió escalofríos terribles recorriendo su espina dorsal. La idea de dormir con Daniel le provocaba ganas de vomitar de disgusto.
—¿Estás bien? —preguntó Daniel al ver una expresión infeliz en el rostro de Lucía. Esperaba que ella saltara de emoción ante su oferta.