Lucía entró en pánico porque no quería que Daniel la tocara sexualmente. Después de todo, Gastone era el que rondaba en su mente.
—¡Espe-espera! —Lucía exhaló, pero Daniel no la escuchó.
Daniel olfateó el aroma de Lucía, y eso lo volvió loco. El olor era demasiado dulce para él y quería devorarla demasiado pronto.
—Me vuelves loco por ti —susurró Daniel, mirando la humedad que goteaba del agujero de Lucía.
—¡No! ¡No mires! —exclamó Lucía y apresuradamente cerró las piernas con fuerza, pero Daniel no se lo permitió.
Daniel agarró con fuerza las piernas de Lucía para que no pudiera moverse. —Recuerda, esto es mío. Tu cuerpo es mío —afirmó duramente. Para él, Lucía ya era suya y debía entregarse a él sin pelear.
Por otro lado, Lucía estaba atónita. Abrió la boca, pero no salieron palabras. No esperaba que Daniel le dijera esas palabras. Ella las encontró duras, pero al mismo tiempo, podía sentir un indicio de posesión y hambre en su tono.