La cama se hunde y el calor irradia en mi espalda mientras Lucas se desliza bajo las sábanas, su olor me envuelve en comodidad.
—Lo siento, no pude verte cuando regresaste —su voz retumba a través de su pecho, presionado contra mi columna—. Estaba con los aprendices.
—Está bien —me acurruco más en su abrazo, saboreando el sólido muro de su pecho—. Él hace de la mejor estufa en invierno —¿Todo está bien?
—En su mayoría —su aliento me hace cosquillas en el cuello mientras hunde su nariz en mi cabello—. La tensión se derrite de mis músculos, reemplazada por una satisfacción hasta los huesos que solo viene de ser sostenida por mi compañero.
Luego me olfatea, empujando contra la cicatriz y marca de compañero en mi cuello.
—Hueles a magia —su nariz traza mi hombro—. Escuché que hoy fue duro.
El sueño tira de las orillas de mi conciencia, pero lucho contra él para disfrutar este momento —Sí, pero será más fácil la próxima vez.