—¡Entrega de chocolate caliente! —La voz de Lisa se escucha a través del claro, y me giro para verla equilibrando una gran bandeja de tazas humeantes.
Los niños la rodean como cachorros hambrientos, pero Lisa se mueve entre ellos con gracia ensayada. Su piel se ve casi translúcida contra su suéter oscuro, y las sombras se acumulan bajo sus ojos.
—Gracias por la ayuda. —La ayudo a distribuir las tazas, asegurándome de que cada niño tenga un agarre seguro antes de soltar—. Cuidado, está caliente.
—Sopla primero —le recuerda Lisa a Tommy mientras intenta tragárselo de golpe.
Nos acomodamos en un tronco cercano mientras los niños se agrupan en pequeños círculos, saboreando sus bebidas y charlando sobre sus aciertos durante el entrenamiento. Las manos de Lisa tiemblan ligeramente mientras las rodea con su taza.
—¿Te sientes bien?
—Estoy bien —Lisa toma un sorbo con cuidado—. ¿Por qué?
—No pareces bien. Estás pálida como la nieve.
La mano libre de Lisa vuela hacia su mejilla.