Por supuesto, no consigo dormir.
Mi ansiedad superó mi agotamiento, y me despertaba sobresaltada cada veinte minutos. Las ojeras bajo mis ojos son tan pronunciadas que podría tener que auto-identificarme como una cambiante mapache.
—No es para tanto —Selene empuja mi mano con su fría nariz.
—Lo es, pero gracias por mentirme —frotándole las orejas, me dirijo hacia el hospital. O lo intento.
El cuerpo peludo de Selene me bloquea, y uno de mis guardaespaldas en realidad me agarra por los hombros y me gira en dirección a la cafetería. Puedo oler huevos y algo que huele sospechosamente a tocino. De nuevo, mi olfato no es tan bueno como el de otros cambiaformas, pero es mucho mejor que una nariz humana por defecto.
—Quiero visitar a Ivy —protesto, incluso mientras mi estómago gruñe.