—Se le pasará —me asegura Selene—. Solo estaba preocupado.
—Pues bien, se puede unir al club —estudio la cara de nuestro cautivo nuevamente—. Las orejas puntiagudas sugieren herencia Fae, pero nunca he visto a uno con piel como esta. La tela de su ropa es igualmente desconcertante —parece seda pero se mueve como agua, absorbiendo la luz en lugar de reflejarla—. Muy extraño.
—El área está asegurada, Beta —informa uno de los guardias.
—Por supuesto que lo está. No hay nadie más aquí. Pero, lo entiendo —más vale prevenir que lamentar.
—Kellan asiente—. Mantengan el perímetro. Nadie se acerca sin autorización directa de mí o de la Luna.
—Sí, Beta.
—Quiero disculparme, por supuesto —quiero pedir perdón—. Pero hay cosas que no puedo hacer.
—La dinámica de la Manada es lo suficientemente delicada sin que su Luna se disculpe con el beta —tengo que mostrar que estoy segura de las decisiones que he tomado.
—Correcto —murmura Selene—.