Capítulo 6: Alianzas, enemigos, y familia  

Fons, Ash, Palacio Real - 4 de Octubre - Año 526

 

—¿Un mes? —Lee preguntó, sorprendido.

 Rhys asentía en silencio. Sabía que, como todas las veces anteriores, esa reunión iba a terminar en nada si no le especificaba a Lee el tiempo exacto el cual necesitaría el apoyo del ejército del clan Harch. Tal vez estaba siendo demasiado optimista con ese lapso de tiempo, sin embargo, no esperaba menos de sí mismo tampoco, no quería que todo se alargara de manera inevitable, por lo que lo primero que haría al volver a Remia sería formar su propio respaldo dentro de la nación, para que la reputación de Lee, y los miembros del ejército Harch, no salieran afectados.

 —¿Tanta fe te tienes? —Lee se recostó en su silla y cruzó sus brazos. Pensativo—. Es difícil prever algo así, y aunque confío en tus capacidades, nada me asegura que serás capaz de algo así.

 —El clan Windsor posee alianzas con algunas de las familias más importantes del Reino de Remia, sólo serán unos días de reuniones para poder conseguir la confianza de esas personas influyentes... Tengo el respaldo de mi familia, ellos actuarán por mi también... Es un mes, Lee, sólo un mes —Rhys aseguró, con su voz firme y su mirada inquebrantable.

 —Remia no podría luchar dos guerras al mismo tiempo, pero Fons tampoco puede tomar a la ligera tal situación ya que ambos conocemos el poder de Rygal Di Rem, ¿Tú crees que un mes es suficiente para que la intrusión de un ejército extranjero no desestabilice la política interna de Remia? Si lo hace, obviamente Remia tomará represalias contra Fons, si lo de Yoh falló, es la última bala que le queda a Rygal para volver a tener control en Fons.

 —El ejército no actuará en Remia, es únicamente preventivo, quien actuará en Remia seré yo, y yo no soy un extranjero, por lo que las represalias que Remia quisiera tomar serán contra mí, no contra Fons —Rhys explicó.

 —Tú sabes muy bien que Rygal no lo verá así —Lee dijo, con obviedad, ambos conocían la forma de actuar de Rygal, haciéndose los desentendidos no llegarían a ningún lado.

 —Rygal verá lo que le convenga, no es estúpido, y si hubiese querido declararle la guerra a Fons ya lo habría hecho... Debes entender Lee, esto no lo provocará, sólo desvelará sus verdaderas intenciones ante el mundo, y eso sí que no le conviene, necesita de su imagen limpia —Rhys refutó los argumentos de Lee.

 —Conoces a tu padre mejor que yo, sin embargo, sabes que es impredecible en su actuar, tal vez vea algo conveniente en convertir tus acciones en un conflicto entre Remia y Fons, por lo que pregunto, Rhys... ¿Si lo hace? —Lee miró a Rhys con firmeza, por mucho que a la persona que tuviera enfrente fuera Rhys Windsor, no podía ceder ante su palabra sólo porque sí, realmente necesitaba estar más del cien por ciento seguro que su reino no sufriría las consecuencias de un conflicto familiar.

 —Sabrás que nunca fue por mí, pero por mí también puedo asegurar que no lo hará... Sólo necesito que confíes en mí, Lee, yo seré quien confronte las consecuencias de mis actos, no Fons, no tú, no Ashley, ni mi familia... Si caigo, será mi cruz... Pero si no... Si gano... Todo se acabará para siempre, y tú tendrás un aliado en Remia, un aliado que jamás amenazaría tu reino... Lee... Es tú decisión. —Rhys dejó en el aire la sentencia, así mismo como su propia palabra. Lo único que le quedaba.

 Lee vio en los ojos de Rhys, como muchas otras veces, fuego... Firmeza. Tenacidad... Voluntad. Sabía quién era esa persona que estaba frente a él con un pedido que involucraba darle paso a una parte importante de su reino involucrarse en la política de una nación vecina. Pero al mismo tiempo, no lo entendía del todo, casi nunca fue así con su forma de hacer las cosas. Rhys nunca pidió permiso para ser quien era, nunca retrocedió frente al peso de un nombre, ni de un título... Ni de las reglas de un mundo al que se había echado en contra.

 Cuando conoció a Rhys en la guerra, él no era esa persona que era en ese momento, no era el más fuerte del mundo, estaba despojado de su humanidad, cansado de pelear, no tenía nada... Un rey sin trono, un rey sin corona, pero a pesar de eso, seguía con la misma mirada, esa misma mirada que parecía decir que el mundo no era algo que pudiera limitarlo, y que, por mucho que tuviera que ir contra este, recuperaría todo lo que perdió. Y tal vez sí lo iba a lograr, pero Lee sabía que no era el mundo. Lee era Fons. Fons era su responsabilidad. No el pasado de Rhys, ni la historia de su familia, ni nada de lo que acontecía en Remia. Él no tenía la culpa de lo que Rhys sufrió, pero tampoco se lo pondría en contra. Nadie querría a Rhys Windsor como enemigo.

A pesar de conocer el poder de Rhys, aceptar su pedido no sería una decisión políticamente estratégica, si fuera otra persona ni siquiera pondría en juicio su pedido, lo negaría sin pensarlo dos veces, pero era Rhys, y esa decisión se tornaría de alguna que otra manera; una decisión personal. La peor clase de decisión para un líder, alguien que debería ser pragmático, alguien que debería ser lógico, no podía dejarse llevar por los sentimientos, pero tampoco era un bloque de hielo y por mucho que no se dejara pasar por arriba... Esta vez era distinto, porque ciertamente, Rhys no le estaba pidiendo permiso, no lo necesitaba. Lo que Rhys estaba haciendo era pidiéndole un voto de confianza. Porque en su mente él tenía en claro lo que significaba la confianza, ya se lo había dicho una vez... No tenía que confiar ni en él. Por eso se lo estaba pidiendo.

A pesar de eso, lo más difícil de gobernar era cuando la lógica decía que no, pero tus sentimientos todo lo contrario, más aun cuando la memoria hacía de juez. Lee recordaba todo lo que Rhys había hecho por el reino, a pesar de que nunca lo hizo por el reino en sí, sino que por el bienestar de aquellos a quienes apreciaba. Recordaba como protegió a Ashley todas las veces que pudo, cuando la salvó de la muerte aquella vez el día de su coronación, o en la guerra cuando a pesar de estar del otro bando la protegió de cualquier ataque enemigo. También en la misma guerra fue trascendental para Fons cuando actúo de mediador entre el Consejo de su padre y los grupos revolucionarios. Además, no podía olvidarlo, no iba a olvidar jamás que, además de él y la familia de ella, Rhys fue la única persona que dejó una flor en la tumba de Diane, porqué según él: «Sé más que nadie lo que significa perder lo que más amas y tener que seguir adelante por tu destino».

Lee sabía que no debía compensarle por lo que él hizo, que él no le debía nada y que Rhys jamás se lo iría a cobrar. No era ese tipo de persona, ya que, a pesar de sus errores y sus propios demonios internos, Rhys tenía principios, y sus principios antagonizaban con lo que su padre planeaba. Él sabía que Rygal era un monstruo, tan grande y peligroso que no sólo su reino estaba bajo amenaza, sino que el mundo entero, y todo eso comenzaba por Remia.

¿Qué clase de rey sería Lee si tan solo mirara al costado mientras Rhys luchaba por restaurar el equilibrio que Rygal había convertido en caos por sí mismo? Si lo rechazaba tal vez evitaba una guerra. Pero si le soltaba la mano, no solo condenaba su deber, sino que condenaba su reino, y a todo el mundo.

La decisión de darle el permiso estaba hecha, no por estrategia, ni por deber, ni por una deuda. Lo permitió porque confío y creyó en Rhys varias veces, y él nunca le falló. Y porque, si Rhys fracasaba, no quería ser ese que se lavara las manos con ingratitud y le diera la espalda. Eso condenaba más su destino que una guerra.

—Me reuniré con Lara, ¿Ella es quien está a cargo de su clan, cierto? —Lee giró en su silla y se puso de pie.

—No por un tiempo, Vince en realidad, su tío —respondió Rhys.

—Le diré a Ashley que me organice una reunión con él entonces, él me dará la información necesaria y yo le daré el permiso, luego de eso podrás negociar con él y encargarte del resto —Lee decidió, mientras se servía un vaso de whisky luego de sacarlo del minibar de madera de roble que tenía en una esquina de la oficina. El cristal de vaso sonó cuando colocó el hielo dentro.

—Está bien, esperaré —dijo Rhys, sensato, ya había insistido mucho, y Lee había tomado su decisión. Eso era suficiente.

Lee se quedó en silencio, sacudiendo el whisky dentro de su vaso, el hielo chocando repetidamente con las paredes del vaso fue el único sonido de la habitación, hasta que Rhys se puso de pie al entender que la reunión había concluido. Caminó hasta la puerta en silencio, pero antes de abrirla, Lee lo llamó por su nombre:

—Rhys Windsor —le dijo. Rhys no giró su cabeza, tampoco dijo nada, sólo esperó a que terminara—. Te he otorgado mi confianza, espero no haberme equivocado —declaró.

«Ahora te haces el duro, príncipe», pensó Rhys, todavía reclinado en la puerta entreabierta. Se le escapó una media sonrisa.

—Puedes estar tranquilo, rey... —Rhys abrió la puerta en su totalidad. No volteó, sabía que Lee ni siquiera estaba mirando—. Ya me lo dijiste... Yo me encargo del resto.

Rhys abandonó la habitación y cerró la puerta detrás suyo. El sonido fue seco y ensordecedor. Lee se quedó ahí, parado mirándose en el reflejo de las botellas sobre el minibar. Esbozó una sonrisa y apenas chistó. Quiso preocuparse, más que nunca, quiso creer que tal vez le había vendido el alma al diablo y se había condenado de por vida, pero en realidad, nada más alejado de la realidad. Hace mucho tiempo le había vendido el alma al diablo.

Hace mucho tiempo estaba condenado. Y se había resignado a ese destino. Tal vez, sólo tal vez, otorgarle su confianza a Rhys expiaba algunos de sus pecados.

 

Mientras tanto...

 

Remia, Crystel, Residencia del Clan Windsor - 4 de Octubre - Año 526

 

 Amelia se encontraba en su habitación, en la parte más alta de la mansión, la única del tercer piso. Con su mirada concentrada en su libro de estudio de finanzas y con sus auriculares puestos, escuchaba un poco de música mientras estudiaba para el examen que tendría al día siguiente. Había encontrado el punto exacto entre la concentración y la tranquilidad, y cuando llegaba a ese momento no le gustaba que nadie la molestara, principalmente porque luego de eso se le hacía imposible volver a concentrarse en el estudio y tenía que dejarlo para otro momento.

 Tarareaba una canción suave mientras resolvía uno de los últimos ejercicios de práctica, ya estaba a punto de terminar, luego de eso tal vez podía tomar un baño y comer algo. Por lo que sabía no había nadie en la casa, su madre y su tía se habían ido de visita a la residencia de su familia materna en Dunch, la cuidad vecina a Ajax, habían salido en la mañana así que tal vez ya estaban en el viaje de regreso. Su padre y su tío estaban en las oficinas de la empresa, y si mal no recordaba su tía Clio había ido al Parlamento en Ajax.

 Antes de dar vuelta la última página, sus auriculares tuvieron una especie de interferencia, normalmente eso sucedía por dos razones; o un helicóptero aterrizaba en el helipuerto justo encima de su habitación, o su primo llegaba usando sus poderes, y la Energía del Alma extendida por el lugar de la nada hacía una reacción con la energía eléctrica por un instante y causaba interferencias.

 Amelia dejó su libro a un lado, ya no iba a poder seguir estudiando, salió de su habitación y bajó las escaleras directas a la planta baja. Llegando al vestíbulo vio la puerta abrirse, justo su primo estaba entrando.

 —Ey, Amy —la saludó animado.

 —¿De traje? ¿Acaso estabas en una boda? —ella bromeó, señalando su atuendo.

 —Estaba en una reunión con el rey de Fons, tú sabes que soy alguien importante, debo vestir acorde a mi estatus —Rhys declaró, con una vanidad fingida.

 —Sí, claro... Lo que tú digas, Rhys. —Amelia rodó sus ojos—. ¿Qué hacías por aquí?

 Rhys no contestó, en su lugar caminó hacia la sala principal atravesando todo el vestíbulo, entre bustos, obras de artes y lámparas colgantes de oro. Amelia lo siguió. Fueron varios minutos los que caminaron entre los pasillos de la mansión hasta llegar a la sala.

La residencia del clan Windsor en Crystel era, luego del Palacio Real en Rem, la residencia noble más grande del país. Se extendía por metros y metros más allá de la periferia de la ciudad de Crystel, al sur de esta, y delimitaba con la parte más baja de la cordillera que separaba Remia de Fons, estaba a algunos kilómetros del Monte Shin.

Era una colosal mansión moderna, de cuatro plantas más un sótano, con más de cuarenta habitaciones. Se alzaba en una inmensa fachada de piedra caliza y estructuras de cuarzo, escondida detrás de un enorme muro de piedra con portones y divisiones de hierro forjado, que junto a los árboles y extensos jardines que aprovechaban el terreno restante daban una sensación de aislamiento. El camino de grava que iba desde el portón principal hasta la entrada de coches se extendía por más de cien metros, y la única manera de llegar al terreno de la mansión era tomar un camino especifico por la carretera que iba desde Crystel a Gala, por ese motivo, los miembros de la familia la mayoría de veces usaban helicópteros para una mejor movilidad. Sin embargo, a pesar de estar escondida en una parte inhabitada de la ciudad, y de la nación en sí, la casa se encontraba protegida a cada hora del día por miembros de la seguridad privada de la familia.

—Vine a visitar a mamá, pero veo que no se encuentra, ¿No hay nadie? —preguntó Rhys cuando llegaron a la sala principal, iluminada por la luz natural que entraba por la claraboya de cristal en el techo.

—No, estoy sola —respondió Amelia, parándose al lado de su prima que se había lanzado al sillón de cuero blanco que con su extraña forma curva era el protagonista de la sala.

—Ya veo —murmuró Rhys, alzando sus pies hasta encima de una mesa de cristal que estaba frente al sillón—. ¿Qué hacías? Estabas bajando cuando llegué.

—Estudiando, mañana tengo una examen de finanzas —Amelia respondió, cruzándose de brazos.

—Oh, la universidad, que cosa... ¿Y qué estudias? —Rhys preguntó, con curiosidad.

—¿Nunca te dije? Estoy haciendo una licenciatura en Administración de Empresas, tengo pensado una maestría en Finanzas en la Universidad de Rem luego —ella comentó.

—Claro, el sector empresarial, normal en nuestra familia, ¿Te vas a hacer cargo de la empresa cuando William se retire? —preguntó Rhys, mientras un empleado dejaba una bandeja con algunos aperitivos en la mesa—. Gracias —murmuró.

—No es algo de lo que pueda escapar realmente, además, no es que tenga muy en claro lo que quiero hacer de mi vida, papá me dijo mil veces que no debo seguir su camino, pero, no parece tan malo después de todo —explicó Amelia.

—Claro, claro... ¿Quieres? —Rhys le ofreció algunos canapés.

—Sí, justo tenía pensado comer algo —Amelia asintió y se sentó a su lado.

—¿Sabes? Yo estudié lo mismo que tú —comentó Rhys, aun con un canapé a medio masticar—. De hecho, si no me encargaba de cubrir el puesto de mi padre o de mi tío, William quería que lo reemplazara a él como Director Ejecutivo de WindsorCo, créeme, cuando me lo propuso fue la opción más sensata entre las tres que tenía, pero claramente mi espíritu no estaba de acuerdo con ello, ese no era mi destino, y a pesar de que dentro de todo pude escapar de esas responsabilidades debido a mi poder y todo lo que vino luego, si hoy en día tuviera que volver y tomar esa decisión... Seguramente no lo haría, tengo otras prioridades.

—¿Qué me quieres decir con todo eso? —Amelia lo miró confundida.

—No encontrarás tu vocación hasta que encuentres algo que realmente ames hacer, no te digo que debes buscar desesperadamente, normalmente llega cuando menos te lo esperas... No te estoy diciendo que la empresa no es lo tuyo, no quiero causarte ningún tipo de confusión o crisis de identidad, sólo te digo que, aunque creas que este es el camino que debes tomar, más adelante se irán abriendo otras posibilidades, y tantas cosas dejarás atrás como otras aprenderás, nadie es el mismo para siempre, Amelia —Rhys explicó.

Amelia siguió mirándolo confundida. Sabía que Rhys siempre era así de hablador, y aunque la mayoría de veces no le prestaba demasiada atención, cuando recordaba todo lo dicho por él se percataba de lo mucho que entendía la vida. Podía asegurar que eso sucedía porque él prácticamente había vivido mil vidas en una sola, y todo en su vida llegó muy temprano comparado con una persona normal, con quince años ya era el responsable de cargar con las expectativas de una nación entera, a los veinte era un salvador, antes de los treinta ya era la persona más poderosa e influyente del mundo. Eso había forjado cierta personalidad y cierta mirada critica de la realidad, él podía decir muchas cosas, pero nunca mentía, y aunque ocultaba la mayoría de sus consejos detrás de alguna que otra broma, realmente lo decía en serio.

Rhys no era alguien para tomar a la ligera, Amelia lo sabía, y ella misma forjó una personalidad que no se quiso parecer en nada a la de su primo luego de que él se fuera. Tanto lo admiró en el pasado y tanto quiso ser como él que cuando se enteró en lo que se había convertido su mundo se vino abajo y se alejó de todo lo que significó parecerse a él. Pero no iba a negar que era una Windsor y que como le pasó a él, tenía ciertas expectativas que, aunque esperaba cumplir, no siempre significaba que fuera lo que quería para su vida.

Su padre nunca la presionó a pesar de que era algo estricto, pero su madre prácticamente le dio libertad en todo, ella creía que eso fue porque era su única hija, además de que la situación de Rhys afectó casi en su totalidad a las dinámicas dentro de la familia, influyendo en demasía en las decisiones que sus padres tomaron con ella. Tal vez sus padres no querían que ella acabara como él y por eso no la presionaron nunca, a pesar de lo obvio que era que esperaran que ella llegara lejos, como cualquier miembro de la familia. Eran los Windsor, debían dar la talla. Y aunque sólo su nombre fuera sinónimo de éxito, su persona no era sólo un apellido con una influencia inmensa, era más que eso, e intentó que su vida no estuviera repercutida por decisiones en base a las expectativas ajenas, a pesar de seguir una carrera prácticamente hecha para encargarse del negocio familiar.

Tampoco se iba a preocupar por eso en ese momento, apenas en un mes cumpliría , y como el mismo Rhys se lo había dicho, tenía un camino tan largo como impredecible. Tal vez un día se iba a encargar de la empresa, tal vez iba a cambiar de rumbo, tal vez dejaría todo atrás y seguiría un sueño propio. Tal vez, sólo tal vez. Nada estaba seguro en su vida, y agradecía que al menos sus padres fueran comprensivos con ella y hubiesen sabido darle su lugar.

—Justo eres el más indicado para decirlo —Amelia rio.

—Ciertamente —Rhys rio también. Y luego de un rato ambos se quedaron en silencio.

—¿En serio no querías ser rey? —Amelia le preguntó de la nada, rompiendo el silencio que habían formado momentos antes.

—Tal vez, pero no pasó, así que no sé cómo hubiese sido, pero mi padre se encargó de hacerme creer que no iba a necesitar de nadie en ese camino, y yo no quería estar solo, y por mucho tiempo hice lo posible para prepararme para algo así aun sabiendo que iba contra mis deseos, pero la presión era mucha, y me perdí, como todo el mundo se pierde, es casi necesario para volverse a encontrar... No me perdí de la mejor manera, lo que hice de mi vida en ese momento es mi mayor arrepentimiento, pero ya te lo dije una vez, Amelia: «Es lo que elegí... Es con lo que debo cargar... Hace mucho tiempo».

—A pesar de eso dijiste que ahora tienes otras prioridades —Amelia recordó.

—Sí, en unas semanas seré padre, tengo una esposa que amo, una hija que amo, cuido de mi hermano y de mi madre, además de que tengo que encargarme de muchas cosas ajenas a mi familia que de alguna u otra manera también la afectan... No fui rey pero parece que tengo más responsabilidades que uno aun alejándome de esa vida —declaró Rhys, con gracia.

—Supongo que te refieres a tu regreso. —Amelia apenas lo miró de reojo, lo vio sonreír.

 —Así que lo sabes, no sabía que te interesaba la política —dijo Rhys, con ironía.

 —Bueno, afectará a nuestra familia de algún modo, así que debo estar atenta si algún día estaré frente a ella... Además, papá está todo el tiempo hablando con Archie sobre ese tema, también con la tía, por lo que aunque no quiera enterarme lo haré de todas formas —dijo Amelia, mientras agarraba otro canapé de la bandeja.

 —La rama política de nuestra familia perdió algo de peso con el correr de los años, al menos desde que la monarquía dejó de ser absoluta luego de que Rygal creara el Parlamento, ahora hasta los Hunter tienen más influencia política que los Windsor, nos salva que mamá tenga un puesto tan importante en el Parlamento, hay mucho jugo para sacar de ahí, ¿Nunca fue algo de tu interés? —preguntó Rhys.

 —No desde que te fuiste —aseguró Amelia. Aunque no lo estaba mirando sintió sobre su nuca como Rhys sí dirigió su mirada a ella—. Quería ser tu sucesora antes, pero ahora eso perdió sentido, aunque no voy a negar que me interesa un poco más que las finanzas.

 —No te diría que lo intentes ahora, William jamás permitiría que entres a una boca de lobos, pero tal vez más adelante cuando pueda arreglar algo, te puedas dedicar a eso —dijo Rhys, casualmente.

 —¿Me estás intentando convencer para que me haga política? —Amelia preguntó, entre risas.

 —Para nada, aunque, si quisieras... Yo podría ayudarte. —Rhys esbozó una sonrisa cuando Amelia lo miró.

 —Me dijiste que papá jamás te permitiría algo así, ¿A qué quieres llegar? —Amelia inclinó su cuerpo hacia él, su primo no paraba de sonreír, claramente tenía algo en mente.

 —Alguien tiene que representar al clan en el reino, alguien que no sea yo, ya que luego de que todo esto se termine no volveré a involucrarme en la política, pero tampoco puedo dejar a la familia a la intemperie... Sé que William y Archie dejaron de lado eso hace mucho tiempo, y tampoco quiero seguir cargando con responsabilidades a mamá, ya tiene suficiente con ser subordinada de Rygal en el Parlamento. —Rhys se inclinó en el sillón, colocó sus codos sobre sus rodillas y posó su barbilla sobre sus manos—. No tiene que ser ahora, Amelia.

 —Rhys, tendría que cambiar toda mi vida, cambiar de carrera, cambiar de propósito, cambiar de mentalidad, y aunque lo hubiese deseado en el pasado, hoy en día no sé si estoy preparada para representar a la familia de esa manera. —Amelia apenas le dirigió la mirada, aunque él no la estuviese mirando tampoco—. Además, me dijiste que no me querías influenciar, ¿No estás siendo contradictorio?

 —Sí, probablemente, siempre soy contradictorio —dijo Rhys, con su voz baja, apenas esbozando una media sonrisa.

 —Rhys... —ella lo llamó, dudó cuando estuvo a punto de hacer la pregunta. Él la miró, confundido, aunque con algo de interés en su mirada—. ¿Cuándo vuelves? —preguntó.

 Rhys se puso de pie, no dijo nada. Acomodó su traje con su mirada concentrada en el ventanal frente a él, daba hacia el patio delantero, sólo veía diferentes formas hechas de césped, nada del otro mundo. Desvió su mirada hacia Amelia, ella seguía sentada, no había levantado su rostro. El interés se quitó de los ojos de Rhys, en su lugar, sintió que había confianza, Amelia no hubiese hecho esa pregunta si no contara con ella. Apenas sonrió, tal vez había conseguido un aliado interesante, tal vez ella tenía ambición y proyección, siempre supo que más que a su propio padre, Amelia se parecía mucho a su tía, a Clio. Podía tener esa fachada bonita y simpática, era agradable contar con su presencia, pero cuando se trataba de sus propios deseos, era más que eso, era firme y decidida, tal vez hasta fría y calculadora. Y eso era suficiente para que Rhys entendiera que tan solo dándole un poco de impulso, ella podría llegar a convertirse en alguien muy importante, ya sea para la familia, para el reino, o hasta para el mundo.

 Amelia era ambiciosa pero no lo sabía, todos los Windsor lo eran, ella tan solo necesitaba encontrar su punto de inflexión, y ese no iba a ser la empresa familiar, Amelia no estaba hecha para eso. La poca presión que había tenido en su vida no la había hecho conformista, solamente la había hecho soñar con altas expectativas que nadie esperaba, pero ella no quería ser tomada a la ligera, ella quería ser vista, quería que el mundo hablara de ella. Rhys lo sabía, no hubiese anhelado ser su sucesora en el pasado si no tuviera tal mentalidad, tal vez incluso funcionaba mejor bajo presión, dejándose llevar por el espíritu de los Windsor.

Y el miedo al fallo era un límite que se había autoimpuesto, no por ella, sino que por lo que sus padres pensaran, era la única hija de un líder político que jamás se interesó en la política, que vio como las altas expectativas arruinaron la mente de un joven destinado a la grandeza, nadie quisiera eso para su hija, pero no iba en lo que él quería, iba en lo que ella quería, y Amelia tenía claro que las expectativas de su padre no eran para nada parecidas a las suyas. No quería tomar su lugar... Quería ir más allá.

—En un año tal vez... Todavía tengo muchas cosas que organizar, será complicado, ¿Por qué lo preguntas? —Rhys le preguntó, su tono irónico dejó entrever su sospecha.

—Hace más de diez años dije que quería ser tu sucesora, luego para tranquilizar a papá sólo dije que tomaría su camino, y me convencí de eso... Aunque tal vez he vivido en una mentira. —Amelia alzó su rostro, su mirada se cruzó con la de Rhys. Asintió ligeramente—. ¿Meterme en ese mundo es tirarme a un estanque de tiburones, cierto?

—Hasta cierto punto —Rhys rio.

—No creo que alguna vez haya pensado en ello, era una fantasía en el pasado, fue una fantasía siempre, pero conocer el mundo real a veces supera cualquier fantasía... Y se vuelve una oportunidad —declaró Amelia, esbozando una sonrisa, sus ojos brillaron.

«Ahí está, Amelia... Eso se llama ambición», pensó Rhys.

—Tu padre me va a matar... Será mejor que por un tiempo no sepa en el lío en el que te he metido. —Rhys se llevó la mano a la frente y negó entre risas.

 —No lo hará, no lo hará hasta que vuelvas, él también terminará involucrándose cuando Remia se empiece a mover en consecuencia a tu regreso, porque si queremos salir victoriosos, no podemos permitir quedarnos atrás... —aseguró Amelia, decidida.

 —No te emociones en demasía, recuerda con quien estás hablando, y todavía no he dicho nada, puedo pensarlo... Mientras tanto, tú también hazlo, replantéate el camino que quieres seguir, no vaya a ser que cuando yo tome la decisión, te termines arrepintiendo. —Rhys le dio una última mirada antes de darse la vuelta y empezar a caminar hacia la puerta que separaba el pasillo de la sala. Antes de salir paró, sin darse la vuelta, sólo musitó—: Tiempo al tiempo, Amelia, todo llega cuando menos te lo esperas... No lo olvides.

 Abandonó la sala al instante, dejándola a Amelia sola sentada en el sillón, entre sonrisas y ambición. Regresar a ese libro de finanzas tal vez no era una opción en ese momento... Tal vez no volvería a ser una opción.