Aniya pensó que esto era lo más delicioso que había probado jamás. Su lengua hacía cosas increíbles en su interior mientras se movía dentro de su boca.
Tocándola, explorándola.
Su mano se arrastró hasta la nuca de él mientras rizaba sus dedos para sostenerlo. Su lengua reaccionaba a su tacto y luego cobró vida propia e intentó entrar en su boca. Él debió haber sentido su hesitación y abrió su boca para darle fácil acceso.
El gutural gruñido salvaje que salió de su garganta le dijo a Aniya que le gustaba.
La otra mano de Aniya se coló debajo de su camiseta y sintió esos músculos duros con su palma. Sin embargo, se sobresaltó cuando él despegó su boca y miró hacia abajo a ella. Ambos jadeaban para entonces.
—Oye, palomita —dijo sin aliento—, lo que estamos haciendo requiere una cama... pero antes de eso —sostuvo su rostro y apoyó su frente en la de ella—, antes de eso necesito tu consentimiento. ¿Sabes a lo que esto conduce? ¿Verdad?
Aniya asintió con la cabeza.