481- Masaje

Con su limitada exposición a la pantalla, Anaya nunca había visto un lado de piscina tan gigante e impresionante, ni siquiera en películas o en televisión.

En el fondo, estaba enfadada con Valerie y Alaric. Le arrebataron su infancia. Se merecía mucho más, y ¿qué la hicieron hacer?

La trataron peor que a una criada. Incluso una criada tenía derechos en el país.

—Oye, Anaya. ¿Estás bien? —Marissa movió su mano cerca de su cara—. Pareces distante. ¿Extrañas a alguien? —le preguntó con picardía.

Sí. Echo de menos a Jorge. Lo echo de menos en cada momento de mi vida, pero no quiero ser recordada como la tormenta que destruyó la felicidad de tu familia.

—¡Chicas! Aquí tienen su café —Rafael salió llevando una bandeja y la colocó en la pequeña mesa redonda.

Apenas una hora antes, habían cenado, y después de eso, Marissa sugirió que deberían tomar café en el lado de la piscina. Sin embargo, Anaya se sintió un poco consciente de sí misma.