Se le estaba haciendo difícil con cada minuto que pasaba estar en su compañía. Ahora, todo estaba tan claro como el día.
Para ellos, ella no existía.
Habían llorado y enterrado a su hija hacía mucho tiempo.
Esa era la razón por la que mostraban su afecto pero nunca intentaban indagar sobre su pasado.
No se habían olvidado de ella. Solo pensaban que ella era una chica cualquiera que les recordaba a su hija fallecida.
Eso es todo.
Desde que despertó en esa casa, había estado buscando maneras de decírselo a ellos, que era su propia carne y sangre.
Pero ahora no estaba segura. ¿Cómo haría para que le creyeran? Incluso si intentaran confirmarlo con Valerie, esa mujer desagradable nunca diría la verdad y podría inventarse algunas mentiras retorcidas.
Después de la cena, todos se quedaron en el jardín, sentados sobre la gruesa alfombra iraní extendida sobre el césped. Los sirvientes les sirvieron té verde que tenía un aroma a cardamomo.