Marissa y Rafael intercambiaron miradas, sorprendidos por lo que estaban viendo. Ariel también estaba clavada en el lugar.
—¿Tú... tú conoces a ambos? —murmuró Marissa entre dientes, pero Jorge no respondió. Estaba sosteniendo a Anaya como si su vida dependiera de ello, sus brazos estaban firmemente alrededor de ella.
Abigail se quedó congelada, con las manos temblando a sus lados. No lo apartó, pero tampoco lo abrazó de vuelta. Su respiración se entrecortó, y por un momento, no estaba segura si estaba soñando.
—Yo… casi me volví loco buscándote —le dijo en voz baja—. No tienes idea de cuánto tiempo he estado buscándote.
Sintió sus labios en su cabeza.
—No dejaré que desaparezcas de nuevo. ¿Tienes idea de por lo que me hiciste pasar?
Rafael hizo una mueca al escuchar a Jorge murmurando algo a Abigail, inaudible para cualquiera en la habitación. Dio un paso adelante, observándolos con exasperación.
—¿Puedes soltar a mi hija? ¡Le estás bloqueando el oxígeno, hombre!