Los cerdos de Qiao Mei estaban incluso más gordos que los que se vendían en el mercado. Incluso si calculaba el precio por el límite inferior del mercado y los vendía a 120 dólares, ¡sería una pérdida para ella!
—No necesito tanto dinero. En aquel entonces, este lechoncito me costó 10 dólares. Solo dame 10 dólares. Solo tú y yo sabremos de esto. Si alguien te pregunta, dices que son 120 dólares. ¿Qué te parece? —Qiao Mei susurró.
—La Tía Dong sonrió sinceramente y dijo, —Entonces estaría aprovechándome de ti. Has criado este cerdo tanto tiempo.
—Tía, sé cuánto has ayudado a nuestra familia. Pronto iré a casa de mi suegra a dar a luz. Aún tengo que molestarte para que me ayudes a cuidar todo en mi casa —dijo Qiao Mei.