Al ver a Gu Qi así, el corazón de Qiao Nian se estremeció. Este niño era realmente obediente y adorable.
Qiao Nian salió de la habitación y vio a Gu Zhou apoyado contra la pared con una expresión sombría, como si estuviera pensando en algo.
—¿Todavía tiene fiebre? —preguntó Gu Zhou, mirando a Qiao Nian.
—La fiebre ya le bajó. He pedido a los sirvientes que preparen una sopa para él. Luego le daré algo de sopa —explicó Qiao Nian al ver la expresión preocupada de Gu Zhou.
—Eso está bien. —Tan pronto como Gu Zhou terminó de hablar, el teléfono en su pantalón vibró. Sacó su teléfono y echó un vistazo al mensaje. Sus ojos eran oscuros como tinta, y su voz baja y ronca—. Tengo algunas cosas que hacer. Por favor, pide a alguien que se haga cargo de él más tarde.
—De acuerdo.
Gu Zhou se fue.
Gu Zhou volvió a su oficina y encendió su computadora.