Baja por tu cuenta

—¿No te falta dinero y me das diez paletas? —preguntaron los espíritus malignos.

—¿A quién le importa...? —El fantasma confundido rodó los ojos.

El fantasma cobarde fue el primero en salir volando. Había un atisbo de ferocidad en sus ojos mientras bajaba la voz.

—¡A mí sí me importa!

—¡Mierda! ¡No me quites mi paleta! —exclamó el fantasma desafortunado.

El fantasma coqueto pisó la cabeza del fantasma desafortunado y salió disparado.

—¡Quédate aquí!

—??? —Siguió inconscientemente el fantasma confundido.

Los cuatro espíritus malignos eran como cuatro afiladas espadas negras que atravesaban los agujeros. Generalmente sonreían pícaramente con un atisbo de intención asesina. ¡Lo que no sabían era que esta batalla había abierto oficialmente sus identidades como soldados fantasma y generales fantasma!

La fea fantasma femenina, que no podía alcanzarlos, dijo:

—Oye, espérame… Espérame… Entonces, en esta situación, estoy agitando la bandera y gritando, ¿verdad? ¡Espérame!