Tugger miró la hora y llamó a un discípulo. —Ve, llama a la niña llamada Luna. Calculando el tiempo, su encanto estaba a punto de estallar. Sin duda tomaría a una niña talentosa como Luna. Si ella no aceptaba, solo podía morir.
En ese momento, Luna estaba acostada en casa, todo su cuerpo ardía. Había intentado todo, incluso excavar con un cuchillo, pero no pudo quitar el talismán en su corazón. ¿Qué debía hacer? ¿Iba a morir así nomás?
En ese momento, sonó el teléfono. Una voz familiar llegó del otro lado. —Jeje, niña pequeña, ¿lo has pensado?
—¡Despreciable! —exclamó Luna.
La otra parte se rió con desdén y dijo indiferentemente, —El vencedor se lo lleva todo. Mientras pueda alcanzar mi objetivo, ¿qué importa si soy despreciable? Mi paciencia es limitada. Si lo has pensado, te daré una oportunidad de seguirme.
La frente de Luna estaba cubierta de sudor por el dolor, pero incluso así, su pequeño rostro aún estaba frío. —Lo he pensado.