Qiao Xi siempre había dudado de sí misma. Sentía que no podía hacer o aprender nada bien. Desde pequeña, sus padres la desanimaban, diciéndole que era terrible. Le decían que sólo podía depender de su hermano en el futuro. Wang Wentao también decía que él era el único que no la despreciaría. Estaba dispuesto a rebajarse para estar con ella.
Con el paso del tiempo, Qiao Xi sentía que era inútil y merecía ser despreciada por el resto de su vida. Se sentía triste cuando escuchaba las palabras opresoras, pero las creía. Nadie le dijo que se podía levantar y ser más fuerte.
—¡Qiao Xi! —En ese momento, una voz clara interrumpió sus pensamientos. Qiao Xi levantó la mirada confundida. Sus ojos y nariz se habían enrojecido, y las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Shen Hanxing estaba frente a ella, mirándola con una expresión seria.