El pico de un pato muerto no es tan duro como el del Presidente Fu

Chen Song se quedó sin palabras. ¡Ni el pico de un pato muerto es tan duro como el del Presidente Fu!

El corazón de Shi Qian dolía mientras escuchaba las palabras.

La miraba con extremada opresión, haciéndola sentir como si le faltara oxígeno. Intentó empujar a Fu Sinian. De repente, su mentón se tensó al capturarla él.

Levantó su pequeño rostro para que encontrara su mirada.

Aquellos ojos oscuros eran abismales, como un agujero negro sin fin. Shi Qian sintió que estaba a punto de ser absorbida por su mirada.

De repente, Fu Sinian habló.

—Qian Qian, si quieres volver a casarte conmigo, tienes que demostrar algo de sinceridad antes de que lo considere —dijo.

—¿Qué sinceridad? —preguntó ella.

—Como, por ejemplo, proponerme matrimonio o algo así —respondió él.

Shi Qian se quedó sin palabras.

Fu Sinian soltó su mentón y tiró de su corbata. Se volteó para mirar por la ventana del coche con una expresión indiferente.

Ahora, era ella la que tenía que estar ansiosa, no él.