Permítame presentarme

—¡Déjenlo! —tosió La Dama Aries, sintiendo su garganta arañada después de gritar con todas sus fuerzas. Sin embargo, no se dio cuenta de lo grave que era el dolor de su garganta hasta que la sangre salió de sus labios. Aun así, era terca, aprovechando su sorpresa para su ventaja.

Aries apartó sus brazos del agarre de León y de la otra persona con todas sus fuerzas. No perdió un segundo mientras golpeaba el suelo con los pies hacia Abel.

—Detente —murmuró con voz temblorosa, limpiando la sangre de sus labios con el dorso de su mano—. Basta de juegos y déjenlo ir —tosió.

Aries se detuvo un momento para toser, cubriendo su boca con su mano. Pero sus ojos estaban fijos en la persona que sostenía a Abel, ignorando la sangre que goteaba de ellos.