—¿Abel? —Aries llamó después de minutos de silencio, recostada de lado en el abrazo de Abel. Levantó la cabeza para mirarlo.
—¿Mhm?
—¿Vamos a estar bien? —preguntó ella con preocupación—. ¿Hay más aquelarres que deba saber? ¿Días en que eres el más débil y pueden ser el momento en que tus enemigos te apunten?
Abel frunció los labios mientras tarareaba, considerando una respuesta. —Yo… olvidé. El aquelarre es el único evento que había conocido por ahora. Creo que Conan disipó el resto, ya que él es quien gestiona mi agenda.
—¿Cómo puedes olvidar algo tan importante? —se preguntó ella en voz baja, solo para que Abel la atrajera más cerca a su abrazo—. Me estás estresando.
—Si lo olvidé, entonces eso significa que no era algo importante de recordar —él ronroneó—. Duerme ahora.
—¿Y tú?
—También descansaré. Prometí abrazarte hasta que me hayas perdonado, ¿verdad? —él le recordó en un tono consciente—. ¿O ya me has perdonado?