La comunicación no siempre era la respuesta

Cuando Abel se marchó, un pequeño grupo de caballeros entró en la habitación de Aries para llevar a las princesas de vuelta a sus aposentos. Incluso después de que los caballeros se ocuparan de ello y los sirvientes limpiaran la mesa de centro, Aries permaneció sentada en el sofá.

—¿Mi dama? —Gertrudis llamó para sacar a Aries de su actual distracción—. Ya es hora de cenar.

—No tengo hambre.

Gertrudis apretó los labios en una línea delgada, mirando a Aries con preocupación. Aries había estado en el mismo lugar durante horas y el sol ya estaba a punto de ponerse.

—¿Debo prepararte un baño, mi dama? —preguntó, sin forzar a Aries a comer, sabiendo que no podía obligarla.

—No, Gertrudis —Aries aleteó sus pestañas, mirando el lugar vacío del diván donde Abel se había sentado antes—. Te llamaré cuando quiera. Solo quiero descansar por ahora.

—Está bien.