Esa noche... ella hizo una promesa

Aries sostenía la mano de Dexter, sentada en el sillón justo al lado de la cama. Sus brazos estaban en el borde del colchón, los ojos fijos en su pálida tez.

—Hermano —su suave voz perforó el ensordecedor silencio—. Lo siento...

El resto de sus palabras se quedaron atascadas en su garganta, apenas pronunció sus palabras de disculpa. Aries acarició su pulgar contra sus nudillos. Sus ojos se suavizaron una vez más. Había estado llorando y aun cuando Abel le dijo que descansara en su habitación, Aries insistió en quedarse junto a Dexter. Afortunadamente, Abel no discutió con ella y le permitió quedarse al lado de su hermano antes de irse.

—¿Qué debo hacer? —salió una voz amortiguada, manteniendo su mano entre las suyas, y descansándola ante sus labios—. Aries aún mantenía su mirada en su rostro, y cuanto más lo observaba, más profundo era el dolor en su corazón.

Toc Toc

—Mi dama, soy yo, Gustavo.