—Ocupa el asiento del príncipe heredero —dijo Aries.
Veronika contuvo la respiración. Ya había adivinado lo que Aries podría haber querido, pero escucharle decirlo todavía le provocaba un extraño fuego en las venas. Todo lo que pudo hacer durante el siguiente minuto fue mirar a los ojos de Aries, notando el astuto brillo que aparecía y desaparecía con la misma rapidez.
—¿Có — cómo... —la voz de Veronika se desvaneció, olvidando casi el resto de sus palabras.
—Envié una carta a Ismael sobre este asunto —Aries sonrió, apretando suavemente una vez más la mano de Veronika—. Y una vez que ascienda al trono, te brindaré todo mi apoyo, Princesa. Si ellos se obstinan, enviaría una milicia para matarlos a todos. Pero si fueran más sabios, se apartarían antes de que se me agote la paciencia.
Aries soltó lentamente la mano de Veronika mientras se recostaba hacia atrás.