El desfile real II

—El emperador no podía saciarse de la emperatriz y no podía apartar sus ojos de ella... ¿Qué te parece eso para un titular, querida? —Los ojos de Abel se entrecerraron, acariciando su mejilla antes de inclinar su cara hacia adelante. Sus ojos casi saltaron de sus órbitas cuando él giró su lengua dentro de su boca, agarrándose instintivamente de su omóplato.

—Todo el mundo aclama —¡kyaaah!

—¡Larga vida a Sus Majestades! ¡Que los cielos bendigan este imperio! —Otra ola de vítores estalló al ver al emperador besar a la emperatriz para que todos lo vieran. Las mujeres se ruborizaban con el entusiasmo de Su Majestad mientras los hombres gritaban en señal de aliento. Abel no era conocido solo como un tirano, sino también como un hombre de vida promiscua.