—¿Por qué siempre dices que no rompa tu corazón? —preguntó Aries por pura curiosidad, observando sus movimientos para no pisar los pies de Abel.
—Porque es frágil.
—¿Lo fue? —una risita se le escapó de los labios—. ¿Pero no lo estoy manejando con suficiente cuidado?
—No eres tú, cariño. Soy un hombre que necesita constantes reafirmaciones dentro de esta jaula armada y moldeada llamada miedo —respondió él—. Quizás ese es mi lenguaje del amor.
—¿Un lenguaje del amor? —sus ojos brillaron divertidos—. ¿Existe tal cosa?
—Siempre ha existido.
Aries se rió, su entorno era un borrón con colores brillantes pero agradables.
—¿No eres romántico? Jaja. Entonces, tu lenguaje del amor... ¿es?
—Mmm... palabras de afirmación —sonrió—. El contacto físico también. Me encanta cuando me tocas.
—¿Dónde?
—En todas partes —Sus labios se ensancharon aún más—. ¿Y tú?