Alguien que ambos entendieron pero interpretaron de manera diferente

—Tú… eres tan afortunado. Pero supongo que ese maldito hijo tuyo es más afortunado. Estoy tan envidioso de que haya podido herirte tanto.

Conan dio un paso más cerca de la cama, manteniendo su distante y fría mirada fija en su padre. Lentamente extendió su brazo hacia el cuello de su padre, flexionando los dedos hasta que sus uñas se alargaron y afilaron.

—Podría haberte matado tan fácilmente ahora, Su Majestad —salió en una voz aérea y tranquila—. Pero no lo haré. No cuando ya has perdido todo menos tu vida. Estoy esperando el día en que te enfrentes cara a cara con esta realidad.

La esquina de sus labios se curvó en una sonrisa siniestra, retirando su mano mientras enderezaba su espalda.