[ PALACIO INTERIOR ]
La pelea entre Abel y Máximo continuaba, saltando de un espacio a otro. Las chispas cada vez que chocaban eran la única cosa que uno podía captar en la lucha. Cuando otro sonido penetrante de metales chocando entre sí resonó, ambos aterrizaron a metros de distancia el uno del otro. Abel miró hacia otro lado, mirando hacia la Mansión Prohibida. Su atención fue atrapada cuando la risa de Máximo acarició sus oídos.
—Entre los Grimsbanne, Marsella es la única persona que realmente merece llevar esa sangre maldita —reflexionó Máximo, sus labios se estiraron de oreja a oreja—. La confianza es ciertamente difícil de dar, ¿verdad, mi amigo? Siempre actúas tan fuerte y despreocupado, y sin embargo es hilarante pensar que tienes un lado blando por tu familia.
—Lo he dicho antes. No tenemos ningún vínculo familiar .
—Di lo que quieras, mi amigo —sonrió Máximo—. Pero tú y yo sabemos que te importan de una manera u otra.