—Has estado allí de pie desde hace horas.
Aries se detuvo a varios pasos del hombre que estaba de pie en la vasta extensión del patio de la reina. Sus ojos estudiaron su espalda, suspirando mientras él no movía un músculo.
—Si ser una estatua es lo que aspirabas ser, podrías habérmelo dicho —dijo mientras avanzaba en su dirección, deteniéndose a su lado—. ¿Cuánto tiempo más mirarás en esa dirección?
Fabian mantuvo sus ojos en la misma dirección en la que había estado mirando durante horas.
—Ordenaste a la gente entrar en esa mansión.
—Lo hice. Es solo cortesía darles la bienvenida con un alojamiento adecuado.
—La Señora Tilly no lo apreciará, mi reina —Fabian la miró lentamente, su sonrisa habitual no estaba a la vista—. Permíteme preparar su hogar para ellos.
Aries escudriñó su cara antes de encogerse de hombros.
—Si eso te hará feliz. Sabes que no quiero decepcionarte.