¿Has terminado?

¡BAM!

Máximo miró a la persona junto a la puerta. La sombra de este último se extendía hacia adentro, alcanzando cerca del punto de vista de Máximo.

—Abel Grimsbanne —llamó Máximo en voz baja, notando los ojos inyectados en sangre de Abel como si toda la ira que había contenido estuviera saliendo lentamente de su cuerpo—. Por fin has venido.

—Por fin has aparecido —devolvió Abel con un siseo, mirando a Máximo de arriba abajo—. Pensé que tendría que dar vuelta este castillo antes de que vinieras.

—No soy un cobarde —soltó Máximo una risa burlona—. No tienes que buscarme para verme. Hubiera ido a ti si solo hubieras pedido amablemente, pero, por desgracia, ¿por qué lo haría? Estoy en posición de aceptar la audiencia y no de hacer la solicitud.

La esquina de los labios de Abel se curvó en una sonrisa, riendo con los labios cerrados.