Me gusta ella

—¿Por qué y cómo en la tierra me reconoció? —Sus palabras resonaban en mis oídos como una campana de alarma. Mis manos se movieron instintivamente hacia mi rostro y luego hacia mi peluca. No, todo estaba perfecto. Yo seguía siendo la criada fea, no el caballero. O había ido allí con alguien más y había algún malentendido.

—Señor, creo que hay algún malentendido —respondí educadamente esta vez, pero el hombre solo se rió entre dientes.

—Esa es la razón por la que cambié mi destino, también quiero saber sobre el malentendido que ocurre allí —replicó mirando mis ojos y si había alguna duda antes, desapareció.

—¿Pero cómo? —No pude evitar preguntar y él se rió de nuevo. No había forma de que me reconociera cuando solo nos habíamos visto dos veces y ni siquiera habíamos tenido una conversación juntos.

Y su risa, ¿quién hubiera pensado que este hombre de piedra podría reír, y además tan seductoramente? Puso su mano en el bolsillo y sacó un pañuelo.