Adam Jones habló en un tono tan indiferente que la recién encendida alegría de Daisy Thompson rápidamente se desvaneció.
—Por supuesto, solo porque no te tomo en serio no significa que puedas molestar a mi familia cuando te plazca —dijo Adam, imperturbable—. La única razón por la que estoy perdiendo mi tiempo hablando contigo es para darte esta única advertencia. No acoses a mi esposa ni a nadie cercano a mí nuevamente. De lo contrario, señora Green, tus días terminarán rápidamente.
El tono de Adam era ligero, su expresión no mostraba ni un atisbo de severidad. Era como si estuviera dirigiéndose a un extraño.
Aún así, su advertencia no debía ser pasado por alto en lo más mínimo.
Daisy Thompson y Sophia Green, que todavía albergaban un atisbo de esperanza, se asustaron tanto por la advertencia casual de Adam que retrocedieron tambaleándose, con los corazones saltándose un latido.