capitulo 6

Entramos a la sala del trono. El rey nos observó con una mirada apagada, apenas alzando los ojos. Se notaba exhausto, sin fuerzas. Nos arrodillamos, tal como el caballero nos había pedido antes de entrar. En ese instante, aproveché para dejar a Elena esperando cerca de la entrada del castillo, por si algo llegaba a suceder.

El hombre frente a nosotros se presentó como el rey Eldring. Nos dio la bienvenida y nos permitió recorrer la ciudad cuanto quisiéramos. Quería que nos sintiéramos como en casa… aunque con una advertencia clara:

—Disfruten lo que queda de hoy. Pero mañana por la mañana, si no quieren morir en esta guerra, será mejor que se marchen.

Aquello nos dejó en silencio. Estábamos a punto de retirarnos cuando Daichi, mi hermano, se levantó del suelo y le preguntó al rey si podía unirse a sus soldados en el frente. El rey le dio el permiso, aunque en su mirada había tristeza. Aun así, añadió:

—Sería mejor que todos ustedes se marcharan a un lugar donde no haya guerra.

Pero Daichi no lo aceptó. Con firmeza, respondió que no se preocupara por él, que era demasiado fuerte como para morir. Los demás héroes lo apoyaron, reafirmando su decisión de quedarse a luchar. El rey, conmovido, comenzó a cuestionarse si rendirse realmente era la opción correcta. ¿Debería rendirse sin dar batalla? ¿Qué pensaría su gente, incluso si estaban muriendo de hambre?

Entonces, con renovado valor, Eldring ordenó al caballero:

—¡Reúne a toda la gente del reino frente al castillo, ahora mismo!

Pasaron diez minutos. El caballero regresó e informó que el pueblo ya estaba reunido. El rey se levantó lentamente de su trono y caminó hacia el balcón. Debajo, cientos de personas se congregaban en silencio. Esperó unos segundos más, hasta asegurarse de que casi todos estaban allí. Entonces, alzó la voz.

—¡Gente del Reino Lumeria! ¡Sé que estamos viviendo tiempos oscuros! ¡Nos enfrentamos a una guerra que parece imposible! ¡Las otras razas nos quieren conquistar y desaparecer del mapa! ¡Pero nosotros… nosotros no nos rendiremos!

¡Aunque no tengamos magia! ¡Aunque no tengamos aliados! ¡Aunque todo parezca perdido…!

¡PELEAREMOS!

¡Por nuestras familias!

¡Por nuestra tierra!

¡POR NOSOTROS MISMOS!

El rey gritó con todo su corazón. Al principio, el pueblo quedó en silencio. Unos segundos que se sintieron eternos. Hasta que una voz se alzó entre la multitud:

—¡Yo no quiero morir sin pelear! ¡No quiero ver cómo matan a los que amo!

Entonces, uno a uno, los habitantes de Lumeria alzaron los brazos y gritaron con fuerza, decididos a luchar. Era como si un fuego nuevo hubiera encendido sus almas.

Mey se acercó a mí y me dijo en voz baja:

—El rey… estuvo increíble.

—Sí —le respondí con una pequeña sonrisa.

El rey volvió con nosotros. Se notaba diferente… más fuerte. Nos miró con determinación.

—Solo espero que no mueran mañana.

Luego llamó al caballero. Quería hablar con él en privado.

Daichi, antes de partir, se acercó al rey y le dijo con seguridad:

—No se preocupe, majestad. Ninguno de nosotros va a morir mañana. No lo permitiré.