capitulo 26

Kurayami estaba de nuevo en el lugar donde todo había comenzado. Frente a él se alzaba aquella figura conocida, esa mujer encadenada que jamás había visto en su vida, pero cuya voz no podía olvidar.

Estaba de nuevo frente a Vitae, mirándola fijamente. Esta vez, sin embargo, no era por voluntad propia. Nunca había querido estar allí... pero ahora debía hacerlo.

-Kurayami, al final... la pequeña gema en tu corazón se rompió, ¿verdad?

-Sí... lo siento. No pude cumplir mi promesa.

-Tranquilo, no fue tu culpa. Al fin y al cabo, yo tampoco pude ayudarte como debía. Pero ya es momento de descansar, ¿no crees?

-Sí... estoy tan cansado. Mis piernas y brazos ya no responden.

-Así es. Él está por despertar muy pronto. Pero fue un placer estar contigo. Aunque yo fui quien te creó, fue emocionante verte pelear... verte vivir.

Entonces Vitae rompió las últimas cadenas que aún la ataban. Abrazó a Kurayami, su creación, agradeciéndole en silencio por haber contenido a quien ahora despertaría.

Y así, mientras se abrazaban, ambos comenzaron a desvanecerse en la oscuridad, tragados por aquel abismo silencioso.

La enorme puerta que ella había custodiado durante tanto tiempo se abrió lentamente, revelando a un joven suspendido en el aire, atado por gruesas cadenas que comenzaban a resquebrajarse.

Finalmente, el joven cayó al suelo. Todo el lugar empezó a colapsar.

Kurayami despertó.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba atado a una silla de hierro. Sus manos y pies estaban sujetos por cadenas que absorbían su poder mágico. Intentó romperlas, pero eran demasiado fuertes, y él, demasiado débil.

-¿Qué...? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi madre? ¡¿Madre?!

-¿Madre? -una voz aguda y burlona resonó en el calabozo-. ¿Estás hablando en serio, héroe? ¿No ves dónde estás? Deja de llamar a otros. Eso me pone celosa... porque ahora eres mi juguete.

-¿Quién eres? ¡¿Dónde estoy?! ¡Suéltame, tengo que encontrarla!

-No, no, no. No puedes irte todavía. Apenas vamos a comenzar a jugar tú y yo. Mira todos estos juguetes que el Dios de la Muerte me regaló... son solo para ti. Así que, quédate tranquilo, que nos divertiremos.

Frente a él, en una mesa al lado de una silla, estaban alineadas varias herramientas de tortura. La mujer, con una sonrisa desquiciada, tomó una pinza y comenzó a recorrer con los dedos el cuerpo de Kurayami, uno por uno.

Kurayami temblaba.

Sabía que estaba en un calabozo por el olor a humedad, la oscuridad, las velas encendidas y las rejas que lo mantenían atrapado.

La mujer agarró uno de sus dedos, y sin dudar, lo arrancó con la pinza de un solo tirón. El dolor fue insoportable.

Luego tomó un martillo y comenzó a destrozar su mano. Kurayami gritaba con todas sus fuerzas, pero ella solo se reía, más fuerte que sus lamentos.

-¡Por favor... detente...! ¡Duele... duele mucho... ya no quiero más...!

-¿Detenerme? -respondió, fingiendo compasión-. Está bien, por hoy será suficiente...

Pero en lugar de retirarse, tomó el martillo y machacó su otra mano, dejándola irreconocible: una masa informe de carne y sangre.

-Mmm... por hoy dejémoslo así. Pero mañana... mañana comenzaremos con lo mejor.

Kurayami lloraba. Las lágrimas caían por sus mejillas mientras susurraba una y otra vez la palabra:

-Madre... madre...

La mujer se detuvo, su rostro se torció con furia. Tomó unas tijeras y, sin decir nada, le sacó la lengua con fuerza, cortándola lentamente mientras él trataba de resistirse. La lengua cayó al suelo.

Luego, le dio un fuerte golpe en la cabeza y lo dejó inconsciente.

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Fin del Volumen 01

Continuará...