—¿Y sabes quién soy? —interrumpió Tracie, su tono impregnado de diversión. Se cruzó de brazos, inclinando la cabeza mientras lo miraba—. Sabes, para ser un barril vacío, haces mucho ruido. Mis oídos ya me duelen de todas tus tonterías. ¿Puedes estar callado aunque sea un segundo?
El tono de Tracie había sido tan duro que no solo Marcus sino también Madeline y Fiona temblaron al oírlo. Fiona siempre había sabido que Tracie era una nuez difícil de seguir, pero no esperaba que la defendiera así, especialmente porque todavía no había acordado la deuda que le debía a esta última.
Marcus miró a Tracie, preguntándose quién podría ser. Entonces lo comprendió.
—Eres esa mujer bárbara que me amenazó por teléfono el otro día, ¿no es así? —preguntó, luchando por levantarse del suelo. Despedía un olor a alcohol y Tracie tuvo que taparse un poco la nariz para evitar vomitar en ese momento.
—Es bueno que me recuerdes —ella respondió.