Mujer Loca

Anastasia estaba en el almacén donde había mantenido al Sr. Russell mientras el mundo seguía buscándolo. Afortunadamente, se había ocupado del camarero dándole montones de efectivo y amenazando con cortarle la garganta si alguna vez decía una palabra a alguien.

Afortunadamente, el Sr. Russell no venía con chófer.

Anastasia miró al hombre. Estaba medio desnudo porque Anastasia lo había torturado tanto y su ropa comenzaba a gotear con su propia sangre, haciendo que su estómago se revolviera de asco. Tenía los ojos cerrados. A pesar del dolor que sentía, aún pudo dormir. Anastasia no pudo resistir la necesidad de burlarse.

Tomó el cubo lleno de agua fría helada, lo derramó todo sobre él, y casi saltó del asiento si no fuera porque la cuerda lo mantenía en su lugar.

—Qué tontería —dijo él, su voz débil e inestable debido a lo fuerte que había estado gritando mientras Anastasia le cortaba la piel y se aseguraba de no cortar ningún órgano importante.