Aunque Yan Ling se había disfrazado de hombre, no podría tener el estómago de uno.
Si hubiera sabido que hablar con él resultaría en atiborrarse hasta la muerte, no habría hablado tanto.
—¿Cómo se suponía que iba a comer dos tazones de arroz y cinco platos ahora?
Mientras se preocupaba, seguía murmurando quejas para sí misma.
Este Rey era en verdad un pervertido invencible en todo el universo.
—¿Quién en el mundo usaría comer como forma de castigo?
—¡Si mañana saliera en los titulares, se convertiría en el hazmerreír—un ejemplo de alguien que se comió hasta morir!
Sin embargo, incluso como fantasma, no dejaría que este imbécil se saliera con la suya.
Y maldita sea, cómo confundía constantemente a este demonio excéntrico frente a ella con Qi Yunjue.
—¿Cuánto se parecía este hombre a Qi Yunjue?
Al menos Qi Yunjue no era un monstruo. Compararlo con Qi Yunjue era un insulto para Qi Yunjue.
Yan Ling mantenía la cabeza baja para comer, sin molestarse en mirar al Rey.